Pasaron varios meses antes de que decidiéramos estar juntos por primera vez. Conforme pasa el tiempo sin que hiciéramos el amor comencé a sentir un poco de temor y hasta cierta pena por no haberme "guardado" para él. Ya sé que resulta estúpido decirlo después de todo lo que yo pensaba, de todo lo que había vivido y experimentado, pero llegué a creer que hubiera sido bonito entregarle mi virginidad. ¡Qué contradicción!
-No mames...¿No que el valor de las mujeres está en su himen? - me cuestionó Natalia cuando se lo confesé.
-Sí, ya sé. Y lo sigo pensando, pero no es exactamente eso. No es por el himén ni por la virginidad, sino que me hubiera gustado no traer otras caricias en el cuerpo...No sé cómo explicarte.
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Fragmento de "Ni santa ni golfa" de Martha Carrillo, Editorial Planeta. 2009.